No es algo habitual escuchar en boca de un hombre aquello de: "he llorado con esta película". No sé explicar las razones, puesto que el arte tiene esa capacidad de conmover, de motivar, y los hombres tenemos sentimientos que, a veces, nos hacen derramar (¡oh sorpresa!) alguna que otra lágrima.
En mi opinión, hay dos clases de películas dramáticas: aquellas que te apuntan (figuradamente) con una pistola, mientras que te pasan cebollas por los ojos, en plan: "llora, llora, llora" y otras que lo consiguen de forma inteligente, que te llegan a tocar la fibra sensible de forma sutil.
Es un gran logro que una cinta logre hacernos llorar, puesto que ha conseguido que nos metamos de lleno en ella, que empaticemos con los personajes, y lo más importante: hemos hecho nuestra esa historia que nos están transmitiendo.
Algo que sí es habitual entre las personas es esa manía que tenemos en hacer listas. Hacemos listas para todo: supermercado, libros, cumpleaños... lo que aquí voy a mostrar es una con las 6 películas que me han hecho llorar. Sí, abro mi corazón cinéfilo para aquellas almas solitarias que prefieran ir a parar a este blog antes que acabar en una cantina de mala muerte.
AVISO: Obviamente, el texto está cargado de
DESTRIPES
Una vez dicho esto... "And here... we... go!":
6. "THE ROAD" (2009). Dirigida por John Hillcoat, y basada en la novela de Cormac McCarthy.
"La Carretera" transcurre en un mundo postapocalíptico, nuestro planeta ha sido arrasado por un misterio cataclismo, y los pocos supervivientes que quedan luchan por un trozo de comida (ellos mismos están incluidos en el menú) o por encontrar un lugar seguro. Pero esta adaptación de Hillcoat, se basa en la relación entre un padre (Viggo Mortensen) y su hijo (Kodi Smit-McPhee). Pocas veces he visto mejor plasmado el amor que siente el personaje de Mortensen por su hijo, arriesga todo por él: le protege de los demás, le enseña a ser más egoísta, a no fiarse de nadie, y todo esto, rodeados de un ambiente desolador, enfermizo.
5. "BEGINNERS" (2010). Dirigida por Mike Mills
Beginners es una película extraña: indie, verídica (basada en la vida de su director), pausada, melancólica. Es un puro canto a la tristeza. La historia es novedosa en la forma, pero no en el fondo: un padre (inmenso Christopher Plummer, triunfador en los últimos Oscar gracias a este papel) decide salir del armario unos años antes de morir, y su director nos muestra la relación entre padre e hijo (Ewan McGregor). El paso del tiempo y la música melancólica plagada de silencios permiten enseñar dos cosas: ese redescubrimiento y aceptación del hijo hacia su padre, y la incapacidad del primero para mantener una relación sentimental. Triste y realista, como (en ocasiones) nuestra propia vida.
4. "NÁUFRAGO" (2000). Dirigida por Robert Zemeckis
Vi esta película con 16 años, y me enseñó un par de cosas bastante desconocidas para mi: el sentimiento de soledad, el trastorno que puede causar sentir que eres la única persona en millones de kilómetros, y la lucha por la supervivencia. Por eso, nunca entendí las bromas de la gente hacia la relación que se establece entre el personaje de Hanks y Wilson, una pelota. Una pelota que escucha, amiga y razón de ser del protagonista. Cruda y trágica, con una interpretación inolvidable a cargo de Tom Hanks (hay que ser muy bueno para soportar casi todo el peso de una película sobre tus hombros). Una lección de vida.
3. "VALOR DE LEY" (2010). Dirigida por Joel & Ethan Coen
Siempre que explico lo mucho que me hace llorar esta película, la gente se queda así: o.0
No es una película "lacrimógena", ni mucho menos. Pero tiene un final épico: Mattie Ross (quien demuestra tener un inusual coraje) es mordida por una serpiente, y ésta es llevada primero a caballo y luego en brazos por Rooster Cogburn, un Jeff Bridges viejo, gordo y borracho, buscando ayuda desesperadamente. Dicho así, puede parecer una escena más, pero no lo es: los hermanos Coen consiguen que música, fotografía y dirección se fusionen, consiguiendo una secuencia perfecta. La banda sonora es lenta, acorde con lo que ves, con esos paisajes nevados y tristes. Y de repente, un tiro al aire consigue romper el silencio de la noche. Lloré porque acababa de ver algo muy muy grande, algo llamado cine.
2. "LOST IN TRANSLATION" (2003). Dirigida por Sofia Coppola
He aquí una de esas películas que, o la amas o la odias. Yo la amo, lo tengo muy claro. El por qué es fácil: la historia sobre dos personas, radicalmente distintas (una gran diferencia de edad, estatus social y costumbres) que llegan a encontrarse debido a las circunstancias que les rodean. Dos almas opuestas en una gran ciudad que no es la suya, perdidos, solitarios, a los que su particular reloj se les paró hace tiempo. Y llegan a encontrarse, a conectar, a quererse, a convertirse en cómplices y almas gemelas. Y ese final, aquel susurro indescifrable. Sutil la hija de Coppola, que va creando y colocándote a traición y silenciosamente una gruesa base de sentimientos, hasta que al final ya no puedes más. Magnífica historia de amor (nada empalagosa) la de esta extraña pareja formada por Bill Murray y Scarlett Johansson.
1." TOY STORY 3" (2010). Dirigida por Lee Unkrich
Hay tres sagas con las que he crecido: "Scream", "American Pie", y "Toy Story". Por eso, me alegré mucho en cuanto supe que habría una tercera entrega de Woody, Buzz y compañía.
Soy un gran fan de Pixar, considero que esta gente hace cine para todas las edades y de una calidad arrolladora, por lo que el producto estaba en las mejores manos posibles. Pero ni en sueños pensé que esta película (recordemos, estamos hablando de una tercera parte) iba a convertirse, con permiso de
WALL·E, en la obra maestra del estudio de animación.
Hay tres momentos que me hicieron mantener la respiración: aquél en el que los juguetes olvidados en un baúl hacen todo lo posible para que Andy se acuerde de ellos , la secuencia en la que los juguetes se dan la mano y se abrazan ante el fuego, y... el momento final, aquél en el que Andy juega con sus juguetes por última vez. Es un adiós a la infancia, a tantos recuerdos. Todos somos Andy. Gracias Pixar, por recordarme que alguna vez fui niño :)